Saludos, estimados lectores. En primer lugar, presentarme ante ustedes. Mi nombre es Martín Cid (en realidad me llamo Alberto, pero como mi padre se llamaba Alberto… mi abuelo se llamaba Alberto… pues he decidido aparcar ese nombre no sólo en el aspecto literario sino también en el personal).
Me gustaría- antes de entrar en materia, dar las gracias a Paul Guillén por la confianza en esta columna en la que espero entretener, divertir, comentar y, sobre todo, desinformar (porque tuve la grácil desgracia de hacer la carrera de Periodismo, eterna vergüenza).
Soy natural de Oviedo (ciudad conocida más por cierto corredor de Fórmula I que por Clarín, ciudad un tanto enquistada, un tanto arcaica, un tanto mágica y –también- un tanto poética). Actualmente sobrevivo en Madrid bajo alergias primaverales, calores sofocantes y esas tabernas que llenan mis noches de placer y mis mañanas de dolores de cabeza.
En estos tiempos en los que los pequeños vicios parecen condenarnos al infierno (y parafraseando a Zola): yo confieso y me confieso fumador empedernido; me confieso bebedor de Jack Daniel's y absenta, asiduo de bodegas y estético parroquiano ebrio de esa destilería imaginada e imaginaria a la que llamamos literatura.
Me confieso también escritor porque es lo único que ya puedo hacer en mi vida (mi otro sueño, ser payaso, lo descarté en mi etapa adolescente, tras múltiples fracasos y otras más que frecuentes carcajadas). Y este hecho ha supuesto la mayor decepción en mi vida. Les contaré una anécdota: siendo aún un tierno infante (ni siquiera fumaba en pipa con diez años, ¿pueden imaginarlo?) mi madre me apuntó a una escuela de payasos en la que duré un día. ¿Razón? Me echaron por alborotador y, claro está, por payaso. Desde entonces sobrevivo entre letras e ironías, entre alcohólicos sin estudios y estudiosos abstemios, entre capataces de taberna positivistas (dícese, pertenecientes a la gloriosa fraternidad secreta de "La Hermandad del Puño Cerrado").
La vida pasa y he aquí que me siento ante ustedes y ante mi propia paradoja: ¿es una columna periodismo? Me avergüenzo y cada mañana -lo prometo- me fustigaré con mi látigo de siete colas antes de escribir la columna, cada mañana tomaré mi desayuno (brandy) un poco más amargo, cada día lloraré lacónico por ese glorioso futuro de payaso que se escapó entre mis infantiles manos y cada mañana pediré al Dios en el que nunca creí por las almas de mis lectores y por mi propia conciencia, para que se mantenga siempre firme y esperpéntica, siempre irónica y siempre fiel.
Sólo literaria.
Desde el humo y desde mis cenizas, son estas mis palabras.
Martín Cid
http://www.martincid.com
http://www.yareah.com
* LA COLUMNA "PALABRAS DE HUMO" DEL ESCRITOR ESPAÑOL MARTÍN CID SALDRÁ TODOS LOS LUNES EN SOL NEGRO
Me gustaría- antes de entrar en materia, dar las gracias a Paul Guillén por la confianza en esta columna en la que espero entretener, divertir, comentar y, sobre todo, desinformar (porque tuve la grácil desgracia de hacer la carrera de Periodismo, eterna vergüenza).
Soy natural de Oviedo (ciudad conocida más por cierto corredor de Fórmula I que por Clarín, ciudad un tanto enquistada, un tanto arcaica, un tanto mágica y –también- un tanto poética). Actualmente sobrevivo en Madrid bajo alergias primaverales, calores sofocantes y esas tabernas que llenan mis noches de placer y mis mañanas de dolores de cabeza.
En estos tiempos en los que los pequeños vicios parecen condenarnos al infierno (y parafraseando a Zola): yo confieso y me confieso fumador empedernido; me confieso bebedor de Jack Daniel's y absenta, asiduo de bodegas y estético parroquiano ebrio de esa destilería imaginada e imaginaria a la que llamamos literatura.
Me confieso también escritor porque es lo único que ya puedo hacer en mi vida (mi otro sueño, ser payaso, lo descarté en mi etapa adolescente, tras múltiples fracasos y otras más que frecuentes carcajadas). Y este hecho ha supuesto la mayor decepción en mi vida. Les contaré una anécdota: siendo aún un tierno infante (ni siquiera fumaba en pipa con diez años, ¿pueden imaginarlo?) mi madre me apuntó a una escuela de payasos en la que duré un día. ¿Razón? Me echaron por alborotador y, claro está, por payaso. Desde entonces sobrevivo entre letras e ironías, entre alcohólicos sin estudios y estudiosos abstemios, entre capataces de taberna positivistas (dícese, pertenecientes a la gloriosa fraternidad secreta de "La Hermandad del Puño Cerrado").
La vida pasa y he aquí que me siento ante ustedes y ante mi propia paradoja: ¿es una columna periodismo? Me avergüenzo y cada mañana -lo prometo- me fustigaré con mi látigo de siete colas antes de escribir la columna, cada mañana tomaré mi desayuno (brandy) un poco más amargo, cada día lloraré lacónico por ese glorioso futuro de payaso que se escapó entre mis infantiles manos y cada mañana pediré al Dios en el que nunca creí por las almas de mis lectores y por mi propia conciencia, para que se mantenga siempre firme y esperpéntica, siempre irónica y siempre fiel.
Sólo literaria.
Desde el humo y desde mis cenizas, son estas mis palabras.
Martín Cid
http://www.martincid.com
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* LA COLUMNA "PALABRAS DE HUMO" DEL ESCRITOR ESPAÑOL MARTÍN CID SALDRÁ TODOS LOS LUNES EN SOL NEGRO
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