viernes, 16 de febrero de 2007

BALA PERDIDA DE MONTSERRAT ÁLVAREZ POR MAURIZIO MEDO


La bala perdida desde la zona oscura

Me parece que hasta hoy Zona Dark (1991) de Montserrat Álvarez es un título que ha sido leído de manera parcial con respecto a todo lo que nos ofrece como exploración y desarrollo de lenguaje.

En el Perú lo conocemos como un documento de la violencia política, fue escrito poco después de la Caída del Muro de Berlín y en paralelo tanto a la oleada terrorista de los grupos Sendero Luminoso- PC y MRTA, que dejó en nuestro país más de 60,000 muertos y desaparecidos, como al inicio de la dictadura fujimorista. Lo conocemos como testimonio de la angustia y el desencanto generales. Como nos lo recuerda Ericka Ghersi: “pocos años antes de la salida del poemario, en el plano internacional se había producido la disolución de la Unión Soviética, el fin de la guerra fría y la caída del muro de Berlín, entre otros”. Lo conocemos también como la huella de una época en la medida que refleja tanto la angustia como el escepticismo de los jóvenes limeños en un momento de contínua conmoción. Etcétera.

Personalmente considero estas lecturas, aunque válidas, como las menos felices. Primero porque me resisto a creer que Zona Dark pueda ser visto como el libro de una “generación”. Nadie más lejano a la idea de colectivización social que la propia Montserrat Álvarez, su autora. En segundo lugar porque Zona Dark es un libro, que si bien sintoniza con el espíritu de esa época al mismo tiempo trasciende los límites su consciencia histórica. Como toda poesía legítima está más allá de las circunstancias inscritas en la biografía de una generación. Sus quince secciones, se constituyen en puestas en escena cuyo centro está en la urbe, o en su agonía, pero que escapan de aquí para articularse en otros espacios de reflexión filosófica, de contraculturalidad, de crítica del lenguaje hasta conseguir la autoexclusión de la idea de un autor para privilegiar más bien el conocimiento de la "verdad" y develar así la miseria humana instalada en el seno de la sociedad.

El discurso de Zona Dark, que en el Perú fue leído como “insular” (tal vez por las dificultades para ubicarlo dentro de una tradición), brilla por su dicción en donde la alta cultura es traducida desde la contraculturalidad, en donde la jerga y los fraseos urbanos conviven con el tono baudeleriano de Las flores del mal, en donde el demonismo se resuelve como un testimonio de la idea cristiana de dios.

Es decir, su universalidad permite que hoy se mantenga absolutamente vigente y pueda dialogar- clásicos aparte- con otros discursos latinoamericanos como los de Sergio Parra, León Félix Batista, Damaris Calderón y del propio Cristino Bogado, y otros más recientes como los de los chilenos Gladys González y Diego Ramírez.

Al leerlo, creo que la aparición de Bala perdida es un motivo para revisitarlo, habría que recordar que fue escrito bajo la euforia de la exacerbación coloquial – que fue de las manos de los Nadaistas hasta las del ecuatoriano Edwin Madrid o las del costarricense Luis Chaves. En ese sentido Zona Dark representa un desplazamiento de aquel fervor coloquial hacia un campo del lenguaje en donde ocurre un entronque de las dos líneas fundamentales en la poesía latinoamericana, la inventiva (entendida como la ruptura con el concepto de un lenguaje poético con la inserción de elementos propios del habla callejera, como de la antipoesía así como de una noción – más que un decir – neobarroso, etc.) y la restitutiva, (que responde al espíritu de la vanguardia)

Estas dos líneas se interpolan a través de un recorrido (y escarbamiento) por los diversos niveles de la realidad. Montserrat Álvarez aquí inauguró una zona oscura del(os) lenguaje(s), y de negación ante los órdenes binarios, en donde la narratividad aparece como una resistencia ante el concepto dieciochesco de lo lírico (y la puesta en duda no sólo de éste sino de la idea que tenemos aún sobre el habla poética)

Pero entre Zona Dark y el título que hoy nos reúne han transcurrido muchos años, y muchos libros: el agenérico El Poema del Vampiro, Underground, Alta suciedad, Nerópolis, etcétera. Pese al transcurso del tiempo - y de ediciones -lo primero que noto en Bala Perdida es que su autora ha sabido mantenerse fiel a los principios de su escritura personal. Esta elección le permite dialogar con esa otra Montserrat, la autora de Zona Dark, con aquella otra que rubricó El poema del vampiro y con cada una de las otras Montserrates que han venido construyendo sus discursos. Esto nos permite aproximarnos a su escritura con la convicción de estar ante una obra que se nos muestra en la medida que cada libro posee esta capacidad de diálogo en donde las potencialidades del lenguaje devienen en nuevos campos.

La de Montserrat Álvarez es una obra contínua, en la medida de su heterogeneidad, siempre que se asimile esta continuidad como una reificación, tanto del hablante como de su (s) espacios (s), y al mismo tiempo como capacidad de adentrarse en las realidades que se interpolan ya no en una urbe sino más bien en la idea o noción de urbe con perenne simultaneidad.

Desde esta perspectiva es que podría afirmar que Bala perdida se hermana con Zona Dark en su esencia poética, es decir en donde la escritura aparece como el reflejo de una concepción filosófica.

En Bala perdida hallamos 16 escenarios: “Todos aquellos", "Argos", "Preguntas", "Ella ve más lejos", "La señorita Tristeza y el ángel", "De las estatuas", "Caracola", "Botella al mar del futuro", "Canción idiota", "Poema cristiano", "Ars poética ii", "Lo que me dijo un día la vecina frente a la ventana, en su piso del barrio del Portillo, en Zaragoza", "Kazán Pulgoso", "De los nuestros", "Poema cursi para lo ya sido" y "Días de playa". Estos escenarios son reunidos en una estructuración heteróclita. Cada uno de sus “desarrollos” se configura como un fractal de la realidad y el libro resulta un secreto movimiento de sus correspondencias.

“Todos aquellos” resulta una construcción - por momentos de tesitura antipoética con reminiscencias beat que reverberan a la sombra de “Howl” hasta incorporar en sus escalas la esencia de la melopoesis baudeleraina y la elegía satánica – en donde la poesía se abre para recoger a quienes la niegan y a quienes niega, es decir en donde integra en su territorio a los excluidos.

“Argos” aparece como una furiosa crítica de la atomizada condición humana pero desde una orilla mítica.

“Ella ve más lejos” se ubica como una reinterpretación de los alcances y el significado real y simbólico de la muerte, que se enfrenta con el concepto tradicional que se tiene de ella en occidente.

Podría referirme así a cada “desarrollo” del libro y en su conjunto veríamos que cada uno, dentro de una apariencia estructural, representa una línea de fuga de la misma.

Son “balas perdidas”.

Cada texto es una ruptura ante la idea de un centro articulador. Todos ellos devienen hacia zonas y tonos opuestos, unos de otros. Desde el hermosísimo "Lo que me dijo un día la vecina frente a la ventana, en su piso del barrio del Portillo, en Zaragoza" escrito en la bonita tierra (como la tierra del pueblo) de Don Félix Álvarez hasta el tierno “La señora Tristeza y el Ángel”.

Pero todos los textos confluyen en la marca inconfundible de su autora: el registro polifónico, la voluntad antilírica, el lenguaje incisivo, que en esta ocasión se desplaza por disímiles registros que van desde la ironía hasta la ternura, pero sobre todo con la lucidez, con una descarnada lucidez, que nos muestra que en realidad el único soporte válido para la poesía es su propio ser, su propia máscara, su propio grito.

TOMADO DE http://kurupi.blogspot.com/

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