miércoles, 19 de diciembre de 2018

Omar castillo. Poemas de su nuevo libro: Tres peras en la planicie desierta





Figuras presumidas

            Vivimos tiempos donde las palabras figuran como monedas acuñadas para el mercado, y sus significados parecen perderse entre los ruidos y los gritos que promocionan el consumo, hasta hacerse líneas de desperdicios y escombros iguales a los que la economía produce.
Tiempos alineados por políticas sociales que hacen de la humanidad arrumes de público para sus mercados, inclusive el de la poesía, la literatura y el arte.
Tiempos donde es usual encontrarse con quienes presumen de las bondades que sus escrituras amparan para las realidades de un mundo idealizado hasta la usura y el oscurantismo.
Y en medio del jolgorio globalizador, no deja de ser patético cuando se nos quiere hacer creer que la valoración para con quienes escribimos poemas y hacemos arte, se establece igual que las cuotas usureras que rigen las carreras por el éxito en un mundo depredador y consumista.
 Y no hablo de si se es original o no en poesía, tampoco estoy llamando para que los poetas nos colguemos del perchero de la ética actual.
Aquí hablo del malestar inoculado cuando se trama el hacer poemas con una carrera por un ascenso hacia el prestigio, ignorando lo que la poesía significa para la revelación de la conciencia humana.




De un posible poema

Oxidada
La piel del habla
Cunde el deterioro
Entonces
Único paisaje
Vocales y consonantes
En sílabas farfulleras    
Se acumulan
En sus excoriaciones 

Prolongando la sensación
De que las palabras
Se han extinguido
A lo recóndito de la ceniza
Empero persiste
El atónito por su fuego

Casi sumido
En el ojo fosilizado
De un recuerdo
Donde se hallara 
Un matiz
De eternidad 

O la huella
De un camello al desplazarse
Los movimientos
La manera
De posar cada una de sus patas

En tanto en unos versos
Quedan rastros
El ardor de lo amado
El desgaste
Cuando su aliento
Desasido nos nombra

Atravesar el instante
De hecho
Tendrán que pasar
Muchas horas
Y apenas amanece

En mis manos
Se hunde mi rostro

Mientras
Vagar en los sonidos
De una lengua reventada
Una lengua al borde
De iniciar un balbuceo
¿Acaso un pronunciar?

¿Un destruir el silencio
Para caer en frases
Que antiguo
Pudieron ser de otros?

El olvido ¿Ignora?
Perpleja
El presente corrobora
La oración que hace
La realidad
El amén de la memoria

Es cuando hieres un recodo
De mi abrazo
La cifra
De todo lo que no te dije

Al cabo 
Envejecer como niños
Que el aire recoge
En las sombras




Nueve versos

Tres peras quedan en el alba
Tras la avanzada del sol
Sobre la planicie desierta

Justo cuando el hombre
Rasga los hilos del invierno
Que usurpan su sueño

El tejido de su otredad
La raíz de su fin y principio
Devastador y real

a: Carmenza Arango R.




Malevaje

E igual al hosco León de Greiff
Cuando dice:
Non curo de compaña,
Ninguno a la mi vera.
Quiero catar silencio.
Dejadme esquivo. Non gusto coreo.
Para este desobediente
Encaramado al cadalso
De las realidades de la usura
Y el esperpento mediático
Donde cunde el aura mediocritas 
Del conocimiento y sucedáneos
Y expuesto al tiro de metralla
De cualquier atizado vecino
No otro podría ser también su decir




En un instante de Medellín

Al eco del día aparece la tarde
Instalando las últimas luces del sol
Las sombras de sus rayos

La simpleza de un momento único
Recorriendo la libido de la ciudad

Las golondrinas en su agitado vuelo
Recuerdan el atónito inicio

En este lugar del mundo
Imán y crisol de existencias

Al ritmo de la vigilia y el sueño
De la estampida y la quietud  

Del asombro y la zozobra
Cada que prende una semilla

De cuya savia se ignora su fruto




Lustral 

I
Iré hacia adentro
Como suelen ocurrir las heridas
No las cicatrices
Recuerdos que se petrifican a la intemperie

Entonces no escucharé respuestas
En mi mente permaneceré atento
A los actos donde se desprende la risa

La plena risa de quienes
No se avergüenzan
Cuando revienta su llanto

II
Es inmenso el mar
A sus orillas sentarse
Concluidos todos los afanes
Y llorar llorar sin límites

Hasta el agotamiento de una especie
Empecinada en consumirse
En la realidad de sus odios

En la continuidad de sus doctrinas
Acumuladas entre cráneos y bisuterías
Razón de sus contiendas y destino




Augur

El último árbol guarda al sol
Justo donde termina el mundo
Justo donde empieza el mundo

Un puñado de arena es el sol
Mientras la tierra se humedece
En la penumbra al borde del mar

En las escamas de un pez palpita el sol
Así en una caracola se conserva el silencio
Del universo en su libido delirante

Del árbol han caído ramas y frutos
Voces primitivas que vuelven en la raíz
Que prende al reventar la semilla

El sol es llevado en la entraña del ave
Con su vuelo alimenta el eco de la luz
El principio y el fin de su estampida

El último árbol guarda al sol

a: Floriano Martins




En la punta del habla

Corren como trozos de frutas
Como trozos de carne
Como breves brasas de un fuego
Al final del día

Parecen movimientos de colores
Avivados por las llamas
Contra el fondo de la tarde

O los fragmentos
De unos versos
Impresos una y otra vez
En los pliegues donde se funden
El día y la noche
Para su revelación

Palimpsesto donde se puede leer
Del gozo dado por el roce de una piel
De unas manos

O sobre esa misma escritura
Otra donde son ahogadas las voces
De toda una época
Para la imposición de otra fe

Corren como brasas
Como trozos de carne
Como trozos de frutas
Que se pierden en una multitud
De escrituras
Impresas unas sobre otras




Al cruce del año 2014

¿Dónde el anhelo por el poema?
¿Dónde el anhelo por la vida?
¿Se consumió el gusto por el instante?

Preguntas que revientan en las palabras
De un hombre de barrio
Cuyas calles dan y arrancan
Una madrugada de diciembre

Ha del hogar
Y de las brasas donde hierve
El primer caldo para la existencia

Hoy desciende las escalas de madera
Hasta alcanzar el aldabón
Que abre la puerta
Que da a las voces de los vecinos

Arriba queda el balcón
Donde dio inicio al poema
El mismo que no termina de escribir

El piso de madera donde sucedieran
El eco en el viejo caracol de mar
Cuñando la puerta de la antigua-madre
Y el imaginario nocturno

El perderse de la casa
Que se hace ruinas y silabas más allá
De las flores de las begonias y las bifloras

Siempre sobre la calle del barrio
Donde se acumulan los muchachos
Unos tras otros como piedras
Que afianzan la vida y sus sañas

Abriendo la pregunta
Dejando en ascuas la respuesta
Para el aliento de cada instante

a: Rubén Darío Hernández Páez




Abrazo

El frío que recorre las piedras de la infancia
Las luces de amaneceres que nunca se repiten
Una voz dispersa en los sonidos
Que la noche incógnita en sus matices
            En sus ritmos
Una ciudad que se deshace en la memoria
            Mientras otra se abre abrupta
            Inverosímil
Los agujeros por donde brota la sangre
            En enjambre de estrellas
            Que se llevan el hálito del cuerpo
            Caído de espaldas sobre el asfalto
Las semillas donde se conservan los confines
            Y los misterios de la estirpe humana
La antigua-madre entre fósiles y ecos
Un hueso que rastrilla las secas arenas
            En un día casi olvidado
La ira en la trama de sus sueños y delirios
El chisporrotear de un fuego cuyas brasas
            Semejan míticas flores
El azul de una tarde del verano de 1978
Las conchas y caracolas que el mar deja
            La arena de la playa que las contiene
            Como huellas de un decir silencioso
Las raíces de la risa prendiendo nítidas
En las facciones de un hombre
Curtido por sus hallazgos
El laberinto presentido al coger la mano
            De la abuela
Las letras del abecedario
Los números romanos
El agua mientras se imprime en las piedras
            En las penumbras
            Y en las luminosidades de su cauce  




Sobre su obra poética dice Luisa Fernanda Restrepo: “El trabajo de Omar Castillo con el poema es su manera de responder al enigma del mundo; la develación está cargada de un furor que estremece el vacío, su voz ampara un saber del mundo, la vida que es aquí puro gasto —ya lo habíamos afirmado— se corresponde con su obra; el poema no es inocente, se ha decantado en la lectura, en la discusión, a su escritura la antecede una terca relación con el mundo, el riesgo ineludible de entregarse a la intensidad”.
De su artículo: El decir soberano.


Iván de J. Guzmán López dice: “Omar Castillo camina las calles de Medellín, o de New York, o de Río de Janeiro, con un aire sereno, a veces meditabundo, pero siempre con una discreta sonrisa próxima a estallar, tal vez porque presiente la proximidad del poema en una calle que se disfraza de cotidianidad, y que espera someter a la levadura de su imaginación creadora ataviada de sílabas y de palabras precisas, que hablan de la soledad y de la forzosa comunión con el mundo”.
De su artículo: Omar Castillo, comunión y soledad.


Y Luis Iván Bedoya dice “El eje de la obra poética de Omar Castillo es el lugar creado a lo largo de sus relatos, que entrañan una memoria de la vida asumida como escritura del espectáculo del mundo. Por ello el valor de su obra poética reside en el tejido de un territorio en el que actores, destinos vitales y ámbitos interactúan generando brotes reveladores e inquietantes de esquirlas poéticas. De los intersticios de la memoria personal y social el poeta saca su perorata, bella urdimbre léxica tensionada por la acción verbal, que activa el dialogo abierto e inspirador con densas y reveladoras tradiciones poéticas”.
De su texto escrito para la contracarátula de: O mar Castillo, Obra poética 2011-1980




Omar Castillo, Medellín, Colombia 1958. Poeta, ensayista y narrador. Algunos de sus libros publicados son: Obra poética 2011-1980, Ediciones Pedal Fantasma (2011), Huella estampida, obra poética 2012-1980, el cual se abre con el inédito Imposible poema posible, y se adentra sobre los otros libros publicados por Omar Castillo en sus más de 30 años de creación poética, Ambrosía Editores (2012) y Tres peras en la planicie desierta, Los Lares, Casa Editora (2018). los libros de ensayos: En la escritura de otros, ensayos sobre poesía hispanoamericana, Editorial Pi (2014), Al filo del ojo, Colección Otras Palabras, Fondo Editorial Ateneo (2018) y el libro de narraciones cortas Relatos instantáneos, Ediciones otras palabras (2010). De 1984 a 1988 dirigió la revista de poesía, cuento y ensayo otras palabras, de la que se publicaron 12 números. Y de 1991 a 2010, dirigió la revista de poesía Interregno, de la que se publicaron 20 números. En 1985 fundó y dirigió, hasta 2010, Ediciones otras palabras. Ha sido incluido en antologías de poesía colombiana e hispanoamericana. Poemas, ensayos, narraciones y artículos suyos son publicados en revistas y periódicos de Colombia y de otros países.

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