Existe una gran tradición mundial en la poesía, la línea maldita que tuvo sus orígenes en la Francia de la crepuscular decimonónica sensibilidad de radicales como Paul Verlaine, Tristan Corbiere, Lautreamont , y sobre todo Rimbaud y Baudelaire. Lo mismo que la herencia del romanticismo ultra inglés de William Blake. Este es el fondo poético-mental de Balada del asesino de Mixha Zizek. Entonces asistimos a una desencadenada sucesión de poemas construidos bajo los presupuestos y conceptos de la poesía maldita. “Vi la luz al caer la noche / sentí el quebrar de mis órganos / el ruido de mi ablación / sentí el quejido de mis partes / crujir dentro de una vasija de plástico” Desde el ortho del libro, la poeta nombra a su día onomástico, como “niño roto antes de nacer”. Y así la veremos a ella misma diciendo: “maldijeron mi origen / ante mi piel / solo deshecho”. Para terminar afirmando “pude saber que no pertenecía”. Está declarada entonces la extrañeza, la ausencia, el not to belonging del sujeto poético.
LA muerte –naturalmente- tiene un peso específico. Y sabemos que la verdadera maldita es la parca, la fulera como se dice aquí en Lima, la esponja. El hablante del poema está “amortajado” aunque el texto se refiere a él en tercera persona y entendemos que hay un vértigo, en el que danzaremos alrededor de unos cuadros perfectamente trabajados y ensamblados, algunos oníricos –de ascendencia surreal- en los cuales el sujeto pierde la cara “este es el tiempo / que consume el rostro’ –dijiste” o se nos participa de ceremonias secretas de índole sado-masoch : “especial / estirado / abierto/ turbio / enroscado / húmedo / silencioso / recorre cuello / pechos / navega traspira / busca postura” recuperando la iconografía del silicio y la flagelación mística. Dicho esto en un lenguaje armado casi sin conectores, en una cadencia verbal que vuelve muy directa la dicción, acercándose a ciertas posturas del neobarroco: “repicantes aldabas vibran / puedes sentir el aliento / cerca de tu oído / y el crepitar de tu piel”. Autopunición y/o punición que rasgan el mundo y se asemejan a las imágenes de Francis Bacon: “un embrión se ha quebrado en tu cuerpo / cual pústula infecta”.
Esta suciedad –dirty rock- es visceral, coprolálica –kloaka diríamos- : “solo / sin especie / recubierto busco la frente / el orinal que nutra las heces / guardadas infecundas / en la matriz” Pero lo importante es el cuidado con que Zizek elabora sus poemas. Se trata de un lenguaje muy original, resultado- sabemos- de una larga e intensa búsqueda de nuestra autora en el hallazgo de su propio estilo y expresión. Una cita de Penrose nos guía por la sección denominada Perturbaciones. “El verdadero terror humano no es la muerte. Es el hombre”. Con esta grave admonición asistimos a la presentación de textos expresionistas como el inicial “Cut” o sea ‘Corte’ que implica una disección, casi una carnicería diríamos cotidianamente: “creado por el corte en la materia / implacable rotundo roturado / eras vientre brazos pechos”. En este punto convendría relacionar el arte poética de Zizek con las dimensiones del performance que trabaja con y sobre el cuerpo humano. Algunas composiciones de Balada del asesino podrían funcionar como invitaciones o sugeridas propuestas para elaboraciones de este tipo.
Ahora, debemos decir que la sublimación de estas ceremonias extremas implica la presencia de angélicos seres: “un sudor cruza el rostro / el ángel atraviesa los ojos / con la espada / atrapa mi alma sin labios”. Otros poemas se titulan “Ezquizofrenia” o “Coma”, es decir situaciones límite de la experiencia humana. O pueden terminar referidos a impactantes escenas de la crónica roja periodística, pero todo está cincelado en esbeltas imágenes, tan hermosas que a veces parece imposible que nos estén relatando tanto dolor y sufrimiento: “Orilla: niña de cúbito dentro de una caja de cartón” así cierra un poema insinuando quizá el hallazgo de un cadáver infantil en cualquier ribera del Hudson o del Rímac. Aquí otra prueba de lo que sostengo: “legiones vencidas cubiertas de nieve / desnudan el arco del abismo / mutilo unos ojos / secciono los pechos” Y como si esto fuera poco: “muestra: un cinturón formado por pezones”. Toda la parafernalia de una exquisitez criminal digna de Naked Lunch de William Burroughs.
Un ritmo entrecortado en la descripción afiata el armado del cuerpo textual. En esto Mixha Zizek es dueña de conseguida maestría. Todos los años que la poeta ha esperado para entregarnos su primer libro –recordemos que ella es y siempre fue connotada integrante de la generación poética surgida en los 1980s- quedan plenamente justificados cuando comprobamos su habilidad –por ejemplo- para ofrecernos el retrato del placer solitario con notable sutileza: “siente deslizar la pluma / decayendo incansable / entre las piernas / que determinan la tensión / palpitante entre los dedos”.
A veces hay personajes protagonizando los poemas, como Brunella, o la pequeña Molly, incluso Jane Doe, apelativo con el que se nombra a los cadáveres de las mujeres cuya identidad se desconoce. En este caso Jane Doe se ha lanzado –presumimos- sin documentos por un rascacielos. O Aretha encontrada muerta bajo el Puente de Brooklyn en la madrugada cerca de la estación F del subway de Nueva York. Pero a todo esto cabría preguntarse qué papel juega, cómo funciona el estrato ético y moral en este poemario? La respuesta la encontramos en el texto Conversión 2. Allí reza este verso que consideramos clave: “dime dios existes?” Estamos pues ante una zona totalmente liberada. Un elevado agnosticismo campea entre las terribles y sin embargo bellas páginas de este libro. La pregunta queda sin respuesta. O su respuesta son los propios poemas.
Para demostrar que nuestra poeta es capaz de componer estos increíbles retratos del área dark de la experiencia humana, con rara perfección y lograda factura leo el que para mí es uno de los textos más compactos y bruñidos del códice: “ojos que tragan deseo / cuerpos abreviados en vórtice/ simétricos coagulan exterminio /van abriendo espacio/ concéntricos rotundos / albergan penitencias de voces / engarzadas en remolino / se estiran en abrazos / avanzando entre las nubes / saben que tienen que llegar / a la luz que emana del tiempo”. Esta metafísica implicada se desarrollará en ciertas letanías casi al modo bíblico en otros versos, y como nos dice Mixha, sabemos que tenenos que morir, pero antes yo quiero celebrar –por todo lo alto- el talento de esta poeta nuestra, que esperó, y estudió, y exploró y escribió, siempre siguió escribiendo para entregarnos esa belleza desgarrada y pura que hoy nos brinda.
[Roger Santivánez, 12 de Julio de 2011. Escrito para la presentación del libro en La Noche de Barranco the same day]
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