Fuente: Butaca literaria : Banda del sur |
El rock de mi barrio era tranquilo y pesado como un autobús
aplastando a una señora:
la sangre se esparcía por la pista y un mural de Diego Rivera
se levantaba igual a un manifiesto escrito en el centro de
Tenochtitlán
por los lánguidos muchachos que habían sido ametrallados
vibrando en rojo antes de que oyeran la última grabación de rock
entonada con dulzura por Jim Morrison
amante de los colores cósmicos
llovidos en el patio de su casa al oeste de Arkham
igual a ellos hermoso y muerto
con su blue jean apretado sobre sus
por los lánguidos muchachos que habían sido ametrallados
vibrando en rojo antes de que oyeran la última grabación de rock
entonada con dulzura por Jim Morrison
amante de los colores cósmicos
llovidos en el patio de su casa al oeste de Arkham
igual a ellos hermoso y muerto
con su blue jean apretado sobre sus
sentimientos
y pusimos otra vez el disco solo para oír lo que ya no existía
recordando a los mexicanos
y pusimos otra vez el disco solo para oír lo que ya no existía
recordando a los mexicanos
las calaveras y el General Zapata
dos minutos antes de huir porque la policía nos tendió la cerca
en la primera marcha violenta a la que acudió mi muchacha
echando molotovs llorando bajo el diluvio universal
de gases lacrimógenos.
Al rock de mi barrio llegamos con el pelo corto
nada sabíamos de
en la primera marcha violenta a la que acudió mi muchacha
echando molotovs llorando bajo el diluvio universal
de gases lacrimógenos.
Al rock de mi barrio llegamos con el pelo corto
nada sabíamos de
marxismo
pero quisimos inmediatamente a ese testarudo pensador alemán
por el gran parecido que guardaba con John Lennon
en las láminas de espejos que venían con el LP blanco
es cierto que sin lentes
también que Marx no vivió nunca en
pero quisimos inmediatamente a ese testarudo pensador alemán
por el gran parecido que guardaba con John Lennon
en las láminas de espejos que venían con el LP blanco
es cierto que sin lentes
también que Marx no vivió nunca en
Liverpool
pero nos dimos cuenta que sus Tesis sobre Fuerbach
las escribió oyendo Revolution Number Nine
tiempo de recesión
la muerte da vueltas en los discos de rock
y un gesto de timidez nos hacía llorar por Jimmy Hendrix
por los que se pasaron totalmente de vueltas
por los estadios donde
pero nos dimos cuenta que sus Tesis sobre Fuerbach
las escribió oyendo Revolution Number Nine
tiempo de recesión
la muerte da vueltas en los discos de rock
y un gesto de timidez nos hacía llorar por Jimmy Hendrix
por los que se pasaron totalmente de vueltas
por los estadios donde
la gente
acudía a oír la música del Stone Brian Jones
antes que entonara su último blues al borde de una piscina
llevando los libros de Henry Miller en los bolsillos
mezclados a la barra de chocolate a los cigarrillos sueltos
sin saber si esa noche dormiríamos con una muchacha
o el mozo de los bares cercanos a la Plaza San Francisco nos llevaría
llorando
al lugar donde nos esperaban los taxis de regreso
ebrios sin sentido ni dinero y odiábamos a nuestros padres
porque nos obligaban a cortarnos el pelo
sabiendo que ya Hendrix había muerto
que ellos habían muerto
que hasta Janis Joplin había muerto.
Siempre recordaremos a la loca Janis
Balas y Cadenas
sobre el corazón y cómo nos gustaba su cabello teñido por Van Gogh
en Arles
pintor por el cual gastó su primer sueldo mi muchacha
al adquirir un libro donde este guardaba la oreja que se cercenó
por el amor a una puta
vestida toda de violeta en un traje de organdí
muy similar al que usaba Janis el día que se lo quitó en público
mientras un fantástico rock se le subía por las piernas
y el arco iris crecía con el ácido
y muchos chicos con sus parejas
se encerraron en burbujas para oírla mejor
para hacer el amor
hasta que el sol los ahogó de un sordo latigazo.
No volvimos nunca a las aulas
nos encerraron en celdas llenas de chinches y sabandijas
nos arrancaron los jeans
amenazaron con hacer de nosotros hombres y mujeres razonables
que amasen a su patria y pudiesen morir sin gemidos por su bandera
y una lenta canción nos devolvió el recuerdo de nuestros discos
desvaneciéndose en los armarios
heridos por el sol
y el insoportable ruido de nuestros sueños.
antes que entonara su último blues al borde de una piscina
llevando los libros de Henry Miller en los bolsillos
mezclados a la barra de chocolate a los cigarrillos sueltos
sin saber si esa noche dormiríamos con una muchacha
o el mozo de los bares cercanos a la Plaza San Francisco nos llevaría
llorando
al lugar donde nos esperaban los taxis de regreso
ebrios sin sentido ni dinero y odiábamos a nuestros padres
porque nos obligaban a cortarnos el pelo
sabiendo que ya Hendrix había muerto
que ellos habían muerto
que hasta Janis Joplin había muerto.
Siempre recordaremos a la loca Janis
Balas y Cadenas
sobre el corazón y cómo nos gustaba su cabello teñido por Van Gogh
en Arles
pintor por el cual gastó su primer sueldo mi muchacha
al adquirir un libro donde este guardaba la oreja que se cercenó
por el amor a una puta
vestida toda de violeta en un traje de organdí
muy similar al que usaba Janis el día que se lo quitó en público
mientras un fantástico rock se le subía por las piernas
y el arco iris crecía con el ácido
y muchos chicos con sus parejas
se encerraron en burbujas para oírla mejor
para hacer el amor
hasta que el sol los ahogó de un sordo latigazo.
No volvimos nunca a las aulas
nos encerraron en celdas llenas de chinches y sabandijas
nos arrancaron los jeans
amenazaron con hacer de nosotros hombres y mujeres razonables
que amasen a su patria y pudiesen morir sin gemidos por su bandera
y una lenta canción nos devolvió el recuerdo de nuestros discos
desvaneciéndose en los armarios
heridos por el sol
y el insoportable ruido de nuestros sueños.
Enrique Sánchez Hernani, Edgar O´Hara, Luis Alberto Castillo, Luis Rebaza, Roger Santiváñez y Willy Niño de Guzmán. Fuente: Círculo de lectores |
FUNDACIÓN DEL SOCIALISMO
El día que el ciudadano Karl Marx fundó la Liga de los Comunistas
en compañía del zapatero Heinrich Bauer
el relojero Joseph Moll y el cajista de imprenta Karl Schapper
en una antigua y modesta taberna de Berlín
no supo con certeza la revuelta que había armado.
Se limitó a comer su tocino ahumado contento como estaba
luego de haber pedido cuatro botellas de cerveza
que sus amigos bebieron con fruición
exactamente
como si en ese momento se acabara el mundo.
De tan distraído que era jamás volteó el forro de su chaqueta
ni cambiaba el tabaco de su pipa
olvidaba con frecuencia los encargos hechos por Frau Marx
y algunos que la Liga le asignaba
por eso
sus amigos le enviaron un tirón de orejas adjunto a la nota del
Comité Central
donde le reprochaban su extrema lentitud
para elaborar el Manifiesto
que debería contener todos los sueños.
Felizmente -cuentan- el bueno de Marx guardaba cierto aprecio
por los clásicos alemanes
por Homero y Virgilio
y no hizo caso alguno a la nota de la Liga:
continuó con el cabello crecido paseando en su cuarto de trabajo
hasta gastar irremediablemente los maderos
antes de sentarse bajo el lamparín de kerosene
tomar la pluma de
ganso
y redactar el conocido inicio de "Un fantasma recorre Europa...".
Los obreros de overol y llenos de ceniza hasta el pelo
agradecieron esa parsimonia tuya
esa exasperante lentitud con que solías abotonarte la chaqueta
tomar la pipa
y salir a pasear por la calle
pensando en el asalto al cielo y los huevos con tocino ahumado
porque -la verdad- te salió un hermoso y contundente Manifiesto.
(flores sobre su tumba)
Poor old Ezra
sucio y penosamente viejo te sientas sobre una ruma de ladrillos
para ver transcurrir el tiempo
al que un enjambre de oscuras gaviotas ignora con esmero
¿para esto diste tu camisa leñadora
a Joyce? Para esto los Pisan Cantos dentro de una jaula
estropeada y sucia
prisionero del 5to. Regimiento aliado
EL VIEJO FASCISTA DE RAPALLO transformado en espectáculo de feria
con su cara de pescado y la voz gruesa
lanzando blasfemias: "Con usura
ningún hombre tiene una casa de buena piedra"
pero convenció a Joyce para publicar el Ulises en una vieja
imprenta irlandesa
y a Eliot le tachó la mitad de The Waste Land
con su lápiz de color azul
hasta hacer de un exceso
el poema redondo con que sueñan los aprendices.
Pobre viejo
doce años en el asilo para locos furiosos de St.
Elizabeth
huyendo de hipodérmicas y camisas de fuerza
con la barba embarrada de alimentos
con las uñas sucias y muy largas
te salvaron las traducciones de
Confuncio
las 350 Odas Seleccionadas
la Trachiniae de Sofócles
pero sobre todo
las piedras contundentes de los Cantares (recuerda viejo:
Section Rock-Drill, 85-90 y Thrones, 96-109
tinta azul
contra papel arrugado).
Tu vida no ha sido inútil ni perfecta como la piel de una manzana
y ninguna condena es lo sificientemente larga
para mantenerme atado al barro de tu tumba
quédate tranquilo
que los dioses no necesitan de monumentos.
"La vida de las grandes estrellas termina
en un tubo de barbitúricos, una botella
de whisky o una jeringa hipodérmica. Al
retirarme, me salvé de todo eso".
B.B.
Todo el mundo me consideraba una ramera
Todo el mundo me consideraba una ramera
pero el que lo entendió todo siempre fue mi padre
quien estuvo muchos años sin verme y me contaba que cada vez
que sentía nostalia iba al cine del barrio
pagaba su entrada y allí podía mirarme
abrazando y besando a hombres
que él desconocía. Siempre se salió a mitad de las escenas
pues se apenaba por lo estaba yo allí haciendo
sin entender por qué mi boca salía fotografiada gigantescamente en
la pantalla
mientras los hombres maduros de la platea exigían
más y más centímetros de mi piel sobre sus ojos
para al volver a casa escribirme dicciendo que lo entendía todo.
Ahora que tengo casi cincuenta años
veo que hice muy bien en no volver más al cine
porque ya hubiera estado loca o consumiría drogas hasta para poder
ir al baño.
Todas mis amigas han muerto o son alcohólicas
pero yo me levanto temprano
cocino por la mañana voy de compras escojo mis vestidos
y por la tarde tomo un baño tibio viendo el jardín
que queda al fondo
es muy triste y hasta me dan ganas de llorar
pero he visto cómo el cine llenaba con astillas el rostro de las
estrellas que pasaban los 40
y cada vez se nos hacía más difícil hacer el amor
ante la mirada de los técnicos que nos apuntaban con sus
chorros de luz
y sus cámaras. Siempre odié
esas escenas o estaba enamorada del actor y me ruborizaba
abrazarlo delante de tanta gente o simplemente no me interesaba
en cuyo caso era muy difícil fingir que lo amaba
con mi cuerpo desnudo pegado a las sábanas
aunque todo ese público
que me siguió durante años coleccionando fotos
y almanaques donde apenas me cubría con una sonrisa
pensara que yo era una ramera.
Nunca me entendió nadie
ni el médico de los estudios cinematográficos
cuando le pedía anfetaminas para olvidar que era un símbolo del sexo
y que ya nunca podría dejar las ventanas de mi baño abiertas
porque la gloria fue algo terrible y a mí me cegó durante años
hasta que la cabeza me daba vueltas
como consecuencia de beber los vinos del Rhin
quue los productores me invitaban.
Pero lo que nunca hice
fue ver mis propias películas
ya bastante tormento tenía
con filmarlas para volver a ver lo que quería olvidar
cuando dormía. Le agradezco al Señor
que me haya permitido escapar a todo esto
pues la piel se me empezaba a ajar y pronto mi cuerpo
sería echado al tarro de los desperdicios.
Solo le pido que esta felicidad dure siempre
que me siga permitiendo levantarme temprano
para prepararle el café a mi esposo
que las flores de mi jardín no se marchiten y que haga algo
por alejar esta plaga de insectos
que intenta volver a persuadirme para regresar a los estudios.
Por las noches lloro y me aferro al cuerpo de mi hombre
porque temo me vayan a raptar los sueños
tengo casi cincuenta años y estoy desesperada
ya no tomo anfetaminas
pero sigo bebiendo vinos del Rhin.
Dios me libre de volver al reino de las plagas
porque ya no soportaría
ser otra vez una ramera.
Enrique junto a Niño de Guzmán en los tiempos de La Sagrada Familia. Fuente: En Lima Agenda Cultural |
VALLE DE LOS MUERTOS
Eduardo de la Piniella
in memoriam
Ya no habrá tiempo de beber la taza de café que nos prometimos
frente al Barcuh viendo pasar buses obesos y atestados
de cuervos entre los árboles
ya no habrá tiempo
de diluir el azúcar a tu regreso del Valle de los Muertos
pues un helado terror ha proseguido a la edad de la inocencia
triturándole los dedos hundiendo el machete en la zona más débil
del recuerdo.
Ahora sabemos que la muerte
más allá de los grabados populares mexicanos donde danza con alegres
esqueletos
es toda una certeza tan visible
como tu proyecto de escribir una novela sobre dictadores y tiranos
o la reunión familiar que no celebraremos nunca
donde tu mujer hablaría con la mía sobre esas cosas
para las cuales nosotros siempre mostramos una absoluta torpeza
en tanto leeríamos con gozo los poemas que escribías en secreto
calculando nuestra edad bajo las lluvias de febrero
para cuando llegase el año de la revolución.
Es duro ver tu rostro embanderado
y repartido por las calles sobre afiches con recuadros negros
porque así es difícil adivinar
tu estatura de atleta
tus espaldas anchas de boxeador
los motivos que tenías para sonreír siempre
con las cosas que a los demás nos volvían serios
o esas inmensas manos de obrero fabril
con las que te vimos fumar cigarrillos rubios.
No sé si sollozo por mí o porque no volverán a escribir tu nombre
en las agendas
pero algo se ha quedado quebrado para siempre:
marchaste sin regreso a la tierra ceniza de Ayacucho
allá
donde siempre graznan los atroces cuervos.
* Estos poemas pertenecen a Banda del Sur (Lima: Ediciones de los Reyes Rojos, 1985) y han sido seleccionados por Paul Guillén, quien manifiesta así su amistad en estos largos años del Siglo XXI.
Enrique Sánchez Hernani (Lima, 1953). Poeta y periodista. Co-fundó en 1977 el grupo-revista La Sagrada Familia. En poesía, ha publicado Por la bocacalle de la locura (Lima: Ediciones La Sagrada Familia, 1978); Violencia de sol (Lima: Ediciones Ruray, 1980); Banda del sur (Lima: Ediciones Los Reyes Rojos, 1985); Altagracia (Lima: Ediciones de los Lunes, 1989); Pena capital (Lima: Jaime Campodónico Editor, 1995); Música para ciegos (Lima: Ediciones El Santo Oficio, 2001); Vinilo (Lima: Fauno Ediciones, 2006); Quise decir adiós (i.m. Constantino Carvallo) (Lima: Fondo Editorial Cultura Peruana, 2011); Cuaderno extranjero (Lima: borrador, 2016); Catálogo del maestro de obras (Lima: Summa, 2017; antología); Taller de maestranza (Bogotá: Fundaproempresa, 2018; antología); El estruendo de las cosas (Nueva York-Salem, 2018; Antología); Parábola de las ideas impuras (Lima: Fondo Editorial Cultura Peruana, 2021) y Plegarias del animal lírico (Mérida y Quito: La Castalia / Ediciones Línea Imaginaria, 2022; antología). Es coordinador nacional para el Perú del Movimiento Poético Mundial, con sede en Medellín, Colombia.
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